El proyecto procede de un concurso de ideas para un Instituto de enseñanza secundaria, ciclos formativos y polideportivo.
El enclave se sitúa entre las murallas de defensa de Cádiz, entre el barrio de San Carlos y la terminal de contenedores del recinto portuario. Concretamente, en el acceso a lo que se conoce como punta de San Felipe y que extiende y conforma el perfil del puerto y la ciudad en este punto.
Se trata de un enclave poco relacionado con la ciudad, situado literalmente en una punta y con una cierta hostilidad derivada precisamente de la presencia de la terminal de contenedores. El lado norte de la parcela se enfrenta a una continuación a modo de muralla-malecón del contorno histórico de la muralla original en este punto.
A esta complejidad en la situación y en las condiciones de contorno había que sumar la condición de un solar con una forma muy extraña y complicada y que necesitaba albergar un proyecto muy exigente en cuanto a las condiciones de superficie y programa. El instituto, además de 28 Ud. de aulas, tenía que dotarse con unidades de ciclos formativos, laboratorios, un programa también de superficies deportivas descubiertas además del propio polideportivo cubierto exigido por el programa.
Desde un principio, el proyecto asume estas condiciones de partida, la compleja ubicación en la trama urbana; la necesidad de responder a unos accesos y relaciones fuertemente condicionados por la presencia de las murallas y el recinto industrial portuario, pero por otro lado, se propone superar estos condicionantes proponiendo asomarse a las privilegiadas vistas a la bahía de cádiz.
De este modo, la concepción de la distribución de los espacios en el proyecto se transforma en una operación de calibración de los volúmenes y sus usos con la que conseguir protegerse por un lado de esta ubicación algo hostil, pero por otra parte con la clara intención de no plantar una “fachada”, un frente demasiado cerrado, compacto, uniforme y duro hacia la ciudad. En vez de eso, los diferentes volúmenes del proyecto van plegándose respecto al contorno del solar y proveyendo aire y espacio entre ellos, evitando la construcción de ese frente uniforme con la que conseguir abrirse y aprovechar estas condiciones en cada uno de los lugares y espacios del proyecto.
Como resultado, el conjunto es un proyecto que no quiere guardar una imagen formal muy clara y coherente, se trata de una concatenación de volúmenes y espacios fragmentados que quieren construir esos espacios de relación dentro del propio proyecto y no tanto responder de forma explícita a la complicada forma del solar.
La intención del proyecto para salvar o enfrentarse a esta situación urbana hostil y expuesta además a una zona de movida de la ciudad y al ambiente marino decantaron la decisión de pensar en unos edificios con una materialidad muy concreta. Gran parte del colegio se desarrolla, como se ve en el polideportivo, a partir de una base o zócalo de hormigón sobre el que se desarrolla la estructura metálica que se reviste de grandes elementos prefabricados. La utilización incluso para elementos de forjado de alveoplacas permitieron grandes luces deseadas en muchos espacios del proyecto.
A pesar de esta dureza de la materialidad, el proyecto juega a disolverla en muchos puntos a partir de aperturas y acristalamientos que aligeran los volúmenes allí donde además el proyecto plantea asomarse a la ciudad y las vistas a la bahía.
El interior de los talleres y algunas aulas se asoma al puerto de Cádiz desde grandes ventanales. En los interiores se ha intentado en la medida de lo posible que los espacios eludieran, sobre todo en las zonas de acceso y reunión, la lógica convencional de pasillos (casi obligada en este caso por normativa y necesidades), creando las entradas de luz amplias e indirectas, dobles alturas en un intento de conseguir un espacio interior con una mayor cualidad de espacio público en el que se produjeran tránsitos y miradas cruzadas.
El conjunto se enfrenta de formas diferentes a cada situación urbana y contornos. Aunque el colegio aparece solipsista y ensimismado en algunas zonas de su planta inferior (frente a la terminal de contenedores del puerto y la calle perimetral), de forma contraria, cuando se asoma al punto de contacto con la ciudad, se abre y desmaterializa sus esquinas. Así, se propone relacionar estas actividades deportivas con la ciudad, convertirlas en un fenómeno urbano y no ensimismarlas en su recinto, velando en este punto la caja del polideportivo.
Arquitectos: Antonio Alonso Alfonseca y José Luis Bezos Alonso
Promotor: Consejería de Educación y Ciencia y Excmo. Ayuntamiento de Cádiz.
Contrata: Ferrovial
Finalización obra: 2006
(Fot.: Juan Bezos y José Luis Bezos)